Las habitaciones





Me interné casi en invierno así que generalmente afuera hacía frío, los días en general eran grises. Me había comprado dos camperas super abrigadas para pasar la temporada, “quedarán para el año que viene” pensaba. Adentro estaba templado, la calefacción general siempre estaba alta.

Primero estuve en un sector que era un pequeño pasillo con cuatro habitaciones que a su vez  era parte de otro más largo formando una letra te. Mi habitación prácticamente la conocía de memoria. Recorría todos sus espacios, me sentaba en la mesita de luz, en el piso, en los rincones, a veces dormía con la cabeza en el lugar de los pies. Desde una gran ventana se veían  terrazas, algunas paredes grises despintadas, y a lo alto una puerta vieja y rota que el viento la hacía chocar. De vez en cuando un gato negro se paseaba por los techos. Yo estaba en un cuarto piso pero por la altura parecía más alto. Con mucho cuidado de no tirar del catéter que tenía puesto en el brazo solía asomarme por la ventanilla del baño para ver hacia afuera e intentar escuchar algún sonido, ya sea de pájaros, autos, o voces.

Todo estaba absolutamente limpio, la habitación se limpiaba tres veces en el día. Con la chica de la mañana compartíamos más afinidad, me contaba sobre su hijo, hablábamos de gustos y de cualquier tema. A la tarde iba a limpiar una señora mayor que le gustaba cocinar, me contaba que compraba los fascículos de cocina italiana que salía en los diarios. Deseé esos fascículos. Lo que no me agradaba mucho era que a veces aparecía en el horario de visitas.  Y por las noches, venía otra chica, limpiaba mientras yo salía al pasillo a caminar. Todavía puedo sentir el olor del desinfectante que usaban. Ellas tenían una rutina para limpiar, empezaban por los lugares donde se  tocaba más, seguían con el baño y terminaban dando una trapeada en el piso.

Las primeras semanas la habitación era muy concurrida, muchos especialistas venían a verme: infectólogos, hematólogos, urólogos, hepatólogo, ecógrafos, y demás. Después me quedé solo con los cardiólogos y enfermeros. Cualquier persona antes de entrar debía ponerse alcohol en gel en las manos, cuando me hacían electrocardiogramas los aparatitos también había que limpiarlos con alcohol, todo lo que venía de afuera debía estar sumamente limpio.

A causa de mi empeoramiento físico tuvieron que derivarme a Unidad Coronaria. Era otro sector ubicado en el mismo piso en donde había más habitaciones, más enfermeros, más médicos, y por ende más movimiento y más ruido. Mi movilidad era muy reducida, no podía hacer mucho. Requería más atención,  llegué hasta necesitar a un enfermero solo para mí. La habitación era más chica, debía seleccionar bien lo que debía disponer en ella para administrar mejor los espacios dado que algunas máquinas ocupaban mucho lugar. Las máquinas también eran muy ruidosas. Había una ventana pero se veía una pared de ladrillos. Cuando amanecía aparecía una sombra que se deslizaba hasta cubrir la pared. La sombra estaba durante todo el día, no daba el sol. Por las noches la televisión me acompañaba, lograba exteriorizarme mirando cine de trasnoche. Dormía muy poco.

La tercera habitación fue la última, sólo pasé unos días y después me dieron el alta. El lugar era sumamente tranquilo con música sonando bajito, las enfermeras  ponían la radio. El pasillo donde salía a caminar era más amplio y al final había una pequeña terraza. La habitación era muy espaciosa con un gran ventanal que en los días lindos cuando se abría, el sol daba de lleno y entraba un viento que refrescaba todo el ambiente. A su vez daba hacía la calle y estaba enfrente de una escuela así que por las mañanas se escuchaban a los chicos jugar, se escuchaban autos, colectivos, la ciudad.

Comentarios

  1. Que lindo Martín que cuentes tu historia . Es muy bella.Gracias por dejarme ser parte de ella muy lindas charlas teníamos. Feliz de que llego justo a tiempo ese corazón tan esperado por todos.

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    1. Seguramente nos vimos,yo soy la mamá de Martín.
      Todo,algo,siempre me recuerda a éstos momentos donde la espera fue tan dolorosa pero a la vez encontrarnos con gente tan adorable fue maravilloso.
      Realmente Martín fue feliz gracias a ustedes, sin ninguna duda.

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